Agujetas Cantaor

Directora Trabajos Realizados

El sufrimiento y la soledad, él los atenúa con la insolencia.
Es ésta lo que le hace resistir, lo que le da, contra viento y marea, esa alegría impertinente que les irrita y que a veces se les hace odiosa. Él grita su verdad, y lo más asombroso es que ésta es coherente con su vida: es prodigiosa una independencia así…

Tiene la misión de esa verdad y es necesario que haya alguien para decirla, pero le hace ser detestable. De todos modos, no le queda otra elección. Ha ido sumiéndose cada vez más en ese absoluto, por fidelidad a lo que ha recibido, porque es inolvidable. Él conoce el valor excepcional, incomparable, ancestral de ese cante. Todo lo demás para él es traición.

No hace diferencia entre ese cante y su forma de vida, y es en esto también en lo que se manifiesta su fidelidad, su fuerza: si se pusiera a vivir como todo el mundo, ya no podría cantar con esa rabia, perdería la deslumbrante virulencia de ese cante que hiere… y alivia. Ahí está: esa concepción suya le aísla irremediablemente, ya que no tiene nada que ver con el mundo moderno. Él rechaza: es rechazado a su vez. Le da igual, sufre mucho menos de lo que disfruta con ello.

Es igual que las cavernas que habitaban los primeros hombres, y sólo a su lado hallo la paz de la querida oscuridad, frente a sus falsas “luces”. Allí encuentro el recogimiento de mi persona y su despojamiento; sí, se opera como un milagro en su presencia. Nuestras almas se sonríen en la oscuridad, con las manos enlazadas en secreto. No me queda entonces más que lo esencial, lo vital; vuelvo a ser una niña, o bien me siento una anciana. Ya no tengo edad alguna, no estoy en ningún lugar, salvo en el instante mismo. Por fin a salvo de los juicios normativos, restrictivos, que confunden el ego con la soberanía… ¡Por fin!, alguien con quien entenderme. ¿Molesta yo por la fuerza de su ego? ¡Al contrario, sosegada! Ojalá hubiese más “egos” así, en la antítesis de la sed de reconocimiento, únicamente colmados de sí mismos, de su riqueza íntima, de la intensidad con la que viven todo. Y si de ello resultan algunas obras, no son más que las salpicaduras de esa profusión interior, de tanta personalidad, de tanta originalidad.

D. Abel

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